El Coronavirus no vencerá nuestra cultura gastronómica

Se debe analizar la dieta Mediterránea desde una perspectiva no solo cultural, sino también histórica y antropológica. Nuestro pan, vino o aceite configuran la identidad de nuestros pueblos y ciudades, y así ha sido a lo largo de miles y miles de años.

No es baladí considerar nuestra dieta Mediterránea como una filosofía de vida porque a estos alimentos les acompaña, también, un seguido de costumbres como: compartir con los nuestros, disfrutar de largas sobremesas y hasta permitirse —los que puedan— combinar una buena comida con una larga siesta.

Pero, más allá de la dieta Mediterránea o las costumbres inherentes a ella, el comer —en sí— se ha convertido en mucho más que una simple necesidad como dictamina la Real Academia Española. Los alimentos no son solo “un conjunto de sustancias que los seres vivos comen o beben para subsistir”, se trata de un conjunto de sensaciones que experimentas con los cinco sentidos y que tienen la capacidad de transportarte a un lugar, a un momento o a un recuerdo concreto.

Aún así, parece ser que la sociedad actual a veces descuida algún aspecto imperdonable, como el acto de compartir la comida con alguien, comer en la mesa y en familia, para dejar paso a un automatismo de comer por comer, de comer porque toca, y/o de comer en cualquier momento sin darle su merecida importancia.

El problema que se presenta ante el comensal del siglo XXI es inherente a su naturaleza como persona humana. Nosotros, la gente, estamos tan acostumbrados a ciertas cosas que damos por echo que siempre van a formar parte de nuestra vida, que siempre van a estar allí y que nunca van a desaparecer. Pues bien, la historia nos ha demostrado —una vez más— que no siempre es así. Y ahora, viviendo la trágica situación de la COVID-19 —que parece dispuesta a quedarse aquí durante un período de tiempo bien largo— es un claro ejemplo de como podemos perderlo todo en un día. Todo aquello que antes no valorábamos y consideramos “normal” en nuestras vidas ahora es un “ojalá volver a tenerlo”.

Claro está que una moneda siempre tiene dos caras, así que la supervivencia de nuestro sector de la restauración está aún a flote y recuperarlo es un deber de todos. Es ahora que debemos acunar la cocina tradicional. Recuperemos aquel olor al pan amasado comprado en las pequeñas panaderías de nuestros pueblos y ciudades. Volvamos a apostar por aquellos supermercados pequeños que tienen carne de primera calidad, o por los productos del mar frescos pescados por nuestros pescadores del Mediterráneo. Apostemos por nuestros restaurantes, los de siempre, recuperemos sensaciones, gustos y texturas de antes. Pero también probemos cosas nuevas — ¿por qué no?— intentemos volver a ese restaurante cuya comida decíamos que no era nuestro estilo. Compartamos, otra vez, recordando que el mañana es incierto.

Así que, para concluir, hay algo que debemos preguntaros: ¿Cuánto deseáis volver a reestablecer esas costumbres tan nuestras, tan mediterráneas? Como volver a disfrutar de esas siestas después de una paella en la costa o como brindar juntos al sol, sentados en una terraza.